Sabado 24 de diciembre de 2005
Estaba en el salón de actos de mi colegio. No se porque siempre sueño con mi colegio. Sentada en uno de los asientos escuchaba como Pergolini y Pigna daban una charla acerca de historia argentina. Al terminar la charla todos se levantan y se empiezan a ir. Pergolini anuncia que van a hacer una selección para quienes quieran participar en “Algo habrán hecho” del año siguiente como actores, personificando a próceres. La selección iba a ser en un aula del colegio, entonces salgo del salón de actos y voy en busca de ella. En la planta baja de mi colegio estan todas las aulas de primaria y yo empiezo a caminar por el pasillo largo. Sola. Escucho un piano a lo lejos y me acerco, en la última aula, la de música, sentados sobre unas gradas estaban un grupo de personas. A todos se les había asignado un personaje histórico y estaban a medio disfrazar. Con trapos en la cabeza, pelucas, sombreros. Yo entro y Pergolini me manda a sentar a un extremo de la grada más alta. Me dice…”vos vas a hacer de Paso...” (o alguno de esos próceres de la Primera Junta) y me da una capa y un sombrero. Me dice…”Leete esos renglones que estan ahí escritos en el pizarrón, es lo que vas a tener que decir…”. Y veo que en el pizarrón verde hay una frase, en otro idioma que no entiendo, como balbuceos pero con letras L y A que no llego a poder leer del todo. Pienso…”diciendo esto que no tiene sentido voy a quedar como una tarada…” Y ahí ya no entendía nada de lo que pasaba ni porque estaba ahí, y me empieza a agarrar mi ansiedad de querer salir corriendo a mi casa cuando me veo en una situación de peligro. Ya no quería estar más ahí.
No se porque ni como, aparezco en una casita que estaba construida sobre cuatro pilates, a un metro del suelo aproximadamente. Era roja, medio japonesa. En el medio de un bosque muy antiguo. Otra vez estaba sola. Tenía la capa y el sombrero que me había dado Pergolini. De una puertita sale una japonesa que me da algo de comer. No se si como o no. Y luego un japones también aparece. Después entra Ivan, ahora no recuerdo que fue lo que me decía. Tenía puestos unos zapatos negros, bajitos, muy parecidos a unos mios. Y yo estaba descalza. Tampooco sabía como habia llegado a estar sin zapatos. Pero eso, que en otros sueños me volvía loca, en este no. Hubiese preferido tenerlos, pero no me molestaba pisar el pasto con los pies. Bajamos una escalerita y empezamos a caminar los 4 por el bosque. Llegamos como a una especie de establo de donde salen 2 personas, una mujer, creo, y un hombre. El hombre era un hombre de negocios, un empresario. Y hablaba como tal. Quería que yo fuera parte de alguno de esos negocios y parece que Ivan ya lo sabía y me alentaba para que aceptara. Todo tenía que ver con el programa de Pergolini, yo seguía casi disfrazada. Después llamaron al contador de este tipo, que supuestamente se iba a encargar de mi y el asunto del negocio. El contador resultó ser un personaje que rozaba lo carnavalesco. Pelo semi largo, mal teñido de rubio, pajoso. Anteojos a lo Johny Tolengo, boa de plumas y piel y carpetas de colores. Se acercaba a nosotros para presentarse como si emulase a Ronnie Arias en su papel mas gay. Yo pensaba, bueno…no voy a juzgarlo por su imagen, debe saber lo que hace. Y nos trae un auto negro para que dispongamos de él durante todo el tiempo que dure el negocio. El auto, espectacular, era una Ferrari. Bajita, tuneada. Iván me mira y me dice..”bueno Polita, metete en el baúl asi ya empezamos” Ehh…bueno, al final de todo no era el baúl de un Fiat 600. Estaba todo tapizado de cuero color camel. No me disgustaba la idea de viajar ahí, de todas formas lo iba a hacer con el baúl abierto. Cuando estaba subiendo, con mi capa, mi sombrero, sin mis zapatos a la Ferrari en medio de un bosque de Japón….suena el despertador, ya eran las 12 del mediodía del 24 de diciembre y tenía que volver a la vida despierta para terminar de comprar los regalos de Navidad.
Estaba en el salón de actos de mi colegio. No se porque siempre sueño con mi colegio. Sentada en uno de los asientos escuchaba como Pergolini y Pigna daban una charla acerca de historia argentina. Al terminar la charla todos se levantan y se empiezan a ir. Pergolini anuncia que van a hacer una selección para quienes quieran participar en “Algo habrán hecho” del año siguiente como actores, personificando a próceres. La selección iba a ser en un aula del colegio, entonces salgo del salón de actos y voy en busca de ella. En la planta baja de mi colegio estan todas las aulas de primaria y yo empiezo a caminar por el pasillo largo. Sola. Escucho un piano a lo lejos y me acerco, en la última aula, la de música, sentados sobre unas gradas estaban un grupo de personas. A todos se les había asignado un personaje histórico y estaban a medio disfrazar. Con trapos en la cabeza, pelucas, sombreros. Yo entro y Pergolini me manda a sentar a un extremo de la grada más alta. Me dice…”vos vas a hacer de Paso...” (o alguno de esos próceres de la Primera Junta) y me da una capa y un sombrero. Me dice…”Leete esos renglones que estan ahí escritos en el pizarrón, es lo que vas a tener que decir…”. Y veo que en el pizarrón verde hay una frase, en otro idioma que no entiendo, como balbuceos pero con letras L y A que no llego a poder leer del todo. Pienso…”diciendo esto que no tiene sentido voy a quedar como una tarada…” Y ahí ya no entendía nada de lo que pasaba ni porque estaba ahí, y me empieza a agarrar mi ansiedad de querer salir corriendo a mi casa cuando me veo en una situación de peligro. Ya no quería estar más ahí.
No se porque ni como, aparezco en una casita que estaba construida sobre cuatro pilates, a un metro del suelo aproximadamente. Era roja, medio japonesa. En el medio de un bosque muy antiguo. Otra vez estaba sola. Tenía la capa y el sombrero que me había dado Pergolini. De una puertita sale una japonesa que me da algo de comer. No se si como o no. Y luego un japones también aparece. Después entra Ivan, ahora no recuerdo que fue lo que me decía. Tenía puestos unos zapatos negros, bajitos, muy parecidos a unos mios. Y yo estaba descalza. Tampooco sabía como habia llegado a estar sin zapatos. Pero eso, que en otros sueños me volvía loca, en este no. Hubiese preferido tenerlos, pero no me molestaba pisar el pasto con los pies. Bajamos una escalerita y empezamos a caminar los 4 por el bosque. Llegamos como a una especie de establo de donde salen 2 personas, una mujer, creo, y un hombre. El hombre era un hombre de negocios, un empresario. Y hablaba como tal. Quería que yo fuera parte de alguno de esos negocios y parece que Ivan ya lo sabía y me alentaba para que aceptara. Todo tenía que ver con el programa de Pergolini, yo seguía casi disfrazada. Después llamaron al contador de este tipo, que supuestamente se iba a encargar de mi y el asunto del negocio. El contador resultó ser un personaje que rozaba lo carnavalesco. Pelo semi largo, mal teñido de rubio, pajoso. Anteojos a lo Johny Tolengo, boa de plumas y piel y carpetas de colores. Se acercaba a nosotros para presentarse como si emulase a Ronnie Arias en su papel mas gay. Yo pensaba, bueno…no voy a juzgarlo por su imagen, debe saber lo que hace. Y nos trae un auto negro para que dispongamos de él durante todo el tiempo que dure el negocio. El auto, espectacular, era una Ferrari. Bajita, tuneada. Iván me mira y me dice..”bueno Polita, metete en el baúl asi ya empezamos” Ehh…bueno, al final de todo no era el baúl de un Fiat 600. Estaba todo tapizado de cuero color camel. No me disgustaba la idea de viajar ahí, de todas formas lo iba a hacer con el baúl abierto. Cuando estaba subiendo, con mi capa, mi sombrero, sin mis zapatos a la Ferrari en medio de un bosque de Japón….suena el despertador, ya eran las 12 del mediodía del 24 de diciembre y tenía que volver a la vida despierta para terminar de comprar los regalos de Navidad.
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